Desde que tomé mi primera cámara, supe que quería contar historias a través de imágenes. La fotografía siempre ha sido mi manera de capturar lo que otros sienten, de inmortalizar momentos que, sin una imagen, se perderían en el tiempo. Lo que comenzó como una simple curiosidad se convirtió en una pasión y, con el tiempo, en mi profesión.

Mis primeros pasos los di explorando con la luz y la composición, aprendiendo a encontrar la belleza en lo cotidiano. Con cada proyecto, fui descubriendo nuevas formas de expresión: desde la delicadeza de un plato bien presentado hasta la emoción de un atleta en acción, pasando por la esencia de un retrato o de un espacio arquitectónico.

Hoy, con más de 13 años de experiencia, sigo viendo cada sesión como una oportunidad para crear algo único. Me motiva capturar la esencia de cada marca, cada persona y cada historia, porque sé que una imagen bien lograda no solo atrae miradas, sino que deja una impresión duradera. Mi enfoque no es solo técnico, sino emocional: quiero que mis fotografías hablen, que conecten y que transmitan exactamente lo que cada cliente busca comunicar.

Si algo he aprendido en este camino, es que una imagen puede cambiar la percepción de una marca, transmitir confianza y despertar emociones. Y eso es precisamente lo que me impulsa en cada proyecto: hacer que cada imagen cuente su propia historia.